jueves, 8 de agosto de 2013

Categorizamos los rostros de forma automática


Queramos o no, la percepción de rostros tiene una enorme trascendencia en nuestra sociedad. Existen diversos estudios que ponen de manifiesto cómo las personas deciden si un político resulta confiable o competente, tan sólo con ver durante unos segundos la imagen de su rostro.
 
Siguiendo estos estudios, la apariencia tendría una enorme importancia para aumentar las probabilidades de ganar unas elecciones. Alexander Todorov, investigador búlgaro de la Universidad de Princeton, llevó a cabo un estudio para valorar hasta qué punto la gente elige a un candidato político basándose tan solo en la apariencia facial de éste. Demostró que las personas pueden hacer una evaluación perceptiva de los candidatos con apenas una mirada. Se trataba de juicios de personas que no sabían que estaban ante políticos, pero resultó que en el lapso de tiempo que va de los 100 a los 400 milisegundos, los sujetos sometidos al experimento encontraron a esa persona como agradable, de fiar, competente, etc. Sus resultados le permitieron afirmar que se puede predecir el 70% de las elecciones basándonos en esa simple mirada a una imagen. No se trata de inferencias precisas, pero las realizamos muy rápidamente y sin involucrarse nuestra mente consciente.  Así, la percepción visual espontánea, rápida y automática, funciona como un atajo para definir el voto hacia un candidato.

Pero esto mismo nos ocurre cuando conocemos por primera vez a una persona, porque hemos generalizado nuestras experiencias previas con las personas. Consideramos las caras aniñadas como incompetentes, pero a la vez fiables, y clasificamos los rostros con ojos juntos y mandíbula cuadrada como agresivos. Si posteriormente interviene el razonamiento, tan solo reafirmamos nuestras suposiciones, aunque aparentemente sean erróneas.
El cerebro categoriza las caras, aunque no tengamos la intención de evaluar un rostro. Clasifica la cara en una categoría concreta y ello ocurre siguiendo un proceso automático. El rostro, por tanto, en comunicación no verbal es tremendamente importante y poderoso. Ante un rostro desconocido ocurren dos procesos: el reconocimiento y la interpretación del mismo.
En el reconocimiento estaría implicado el lóbulo temporal derecho. Esta zona del cerebro estudiaría el nuevo rostro y lo cotejaría, en una fracción de segundo, con la base de datos interna de imágenes de rostros, que tenemos por experiencias acumuladas. Estos registros emocionales los científicos los sitúan en el córtex insular.

Nuestras expresiones faciales dependen simplemente 43 unidades musculares activas (Unidades de Acción, Paul Ekman). Las combinaciones posibles de estas unidades musculares podrían dar hasta unas 10.000 expresiones diferentes, de las cuales unas 3000 serían significativas para nuestras interacciones. En ese lóbulo temporal derecho también está la zona responsable de captar la expresión facial, captando incluso los microgestos de nuestro interlocutor e interpretándolos. La información es enviada de nuevo a la zona de evaluación del córtex insular, que se identifica por los científicos como el centro de la empatía de nuestro cerebro. Así, cuando vemos una cara pensamos que podemos sentir lo que siente nuestro interlocutor, porque la circuitería inconsciente nos obliga a hacerlo, pero no podemos controlarlo ni expresarlo con palabras.

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